dimanche 4 septembre 2011

Una isla para definir.es la isla mas bella

"Cuba es una pequeña isla del Caribe llena de negros y de blancos, que tocan maracas, que juegan beisbol, les gusta el boxeo, juegan dominó, donde hace mucho calor, donde la gente siempre está en la playa y les gusta comer frutas como les gusta comer arroz, eso es Cuba, no se hagan más ilusiones, no es mucho más y qué bueno que sea así porque eso es suficiente". Con este fragmento, Eliseo Alberto describe lo que es Cuba para sus ojos, y es posible asegurar que sus palabras han sido enormemente abrazadas por el pueblo, ya que demuestran una forma sencilla, pero segura, de describir algo que parece complicado y al mismo tiempo exageradamente simple.

El cubano muestra orgullo por sus colinas, por sus ríos y por las bahías naturales de su territorio, pero por supuesto, también demuestran orgullo por ellos mismos, por su raza; o mejor dicho, por nuestra raza, por esta fantástica mezcla cuyo resultado es una dosis de sabor con sonrisas. Y no se ha visto aun a un cubano que no aplauda la condición de ¨isla¨ que sufre su nación, aunque parezca lo contrario. Creemos que el resto del mundo nos ve como una pequeña sombra que flota en el mapa, ubicada exactamente en algún lugar entre otras tierras. Y asimismo, somos una cultura reprimida, una sociedad incomprendida y un anzuelo de ansiedades. Todo, colocado bajo el mismo concepto inicial de ¨isla¨.

Lo que sucede en la familia cubana es muy difícil de explicar, ya que responde a todo un conjunto de sucesos que se han ido acumulando con el pasar de los años. Pero lo que sí podemos afirmar es que nuestra sociedad lleva demasiado tiempo pasando por procesos evolutivos; lo que ha provocado que hoy tengamos una “sociedad en transición”.
Y es que, a pesar de lo mucho que el gobierno ha tratado de encerrarla en una caja de hierro, no ha podido evitar que vea y compare como se vive en otras partes del mundo. Acción que ha logrado que el cubano promedio afirme: "Esto que vivo, no es vida".

Pero como José Martí dijo una vez: “Nuestro vino es agrio, pero es nuestro vino”. Y tomando estas letras como propias, cada uno de nosotros se ha ido adaptando a la condición de “isla” que anteriormente definimos, a un concepto apartado de cualquier otro, a una conformidad general. Una característica que nos hace únicos y, sin embargo, que no nos permite amoldarnos al mundo globalizado en el cual nos ha tocado vivir.

No cabe duda de que el mundo comenzó a ser diferente con el disparo de Sarajevo, y también transformó su geografía política con la desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del socialismo en Europa.

Pero en Cuba, sin embargo, el tiempo del siglo XX ofreció una dimensión diferente: hasta 1959 pareció prolongarse la pesadilla de un país sin futuro y de una tierra enajenada. De una nación que ya no formaba parte del mundo.

Ahora bien, Cuba podría ser también un buen medidor de los contornos de nuestros mitos y nuestras ilusiones. Pues hubo un tiempo en que se decía que Cuba era el laboratorio para las esperanzas de América Latina. Y se invirtieron no pocos esfuerzos en desmantelar ese laboratorio y muchos más aún en frustrar esas esperanzas. Pero los cambios en la historia no pueden restarle razón a lo que allí se estaba experimentando: el intento, en realidad genuinamente demostrado, de constituir una ciudad política que dependiera por entero de sus buenas y de sus malas leyes. En este y en otros muchos sentidos, Cuba es, todavía hoy, lo que se puede definir como una sociedad en la cual la instancia política, la buena argumentación y el diálogo, tienen en sus manos el destino de su ciudadanía.

Pero ya, acercándonos al final de la definición de un juego que nunca termina, llega la hora de mirar hacia el futuro y lograr que esta “isla” deje de ser vista como un punto aparte. Eventualmente, hemos de utilizar nuestro adorado bisílabo solamente al referirnos a Cuba en un sentido geográfico.

No somos perfectos, nos hemos equivocado una y otra vez, y nos seguiremos equivocando. Eso es lo que hace de la nuestra, una verdadera sociedad. Pero podemos contar con que, en el fondo de cada corazón, "el cubano sabe no solo lo que es, sino también lo que quiere ser".



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